martes, 4 de noviembre de 2014

Para ella, que disfruta cuando escribo

 "Y ahí se encontraban de nuevo, en un escape a otro mundo, una eternidad de tres horas donde no existía más que el cuerpo del otro y el propio, siguiendo un guión, espontáneo unas veces, espontáneo otras tantas. Pero siempre esos encuentros cargados de emociones que rebosantes que se intensificaban cuando la conexión entre los dos dejaba de ser sólo mental y espiritual para convertirse, además, en algo literal.
   Drenaban en esos escapes del mundo todas las cargas que pesaban en sus espaldas, que se hacían más angustiosas de llevar por cada día que pasaban separados, se volvía esto entonces una válvula de escape, llevado hasta el punto de ebullición, hasta el punto que dos cuerpos cansados yacían sobre una cama desconocida, estos que aunque cansados, funcionando a medias o al rojo vivo, pretendían (y a veces lograban) seguir.
  Sin importar lo agotado de los cuerpos y de los músculos, nunca se perdía esa conexión literal, espiritual y mental."

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